Con el modernismo, el azulejo, además de responder a la corriente higienista, se utiliza como elemento ornamental aplicado no sólo a los edificios, sino también al mobiliario urbano y a los muebles domésticos. El producción debía ser diversa y adaptada a los gustos diferentes de un amplio mercado. De este modo, bancos en plazas y jardines, maceteros (cuadrados, rectangulares, circulares…), fuentes, pedestales, pergolas, etc… aparecen revestidos en azulejos con diseños historicistas y modernistas, así como con la técnica de el trencadís.