Los arrimaderos (arrambladors, socalades) constituyen el sistema de recubrimiento que más caracteriza a la cerámica arquitectónica española con una tradición de siglos que arranca desde el siglo XIII y que alcanza su máximo esplendor en el Reino Nazarí durante los siglo XIV y XV.
Con el Movimiento Modernista, de inicios del siglo XX, la cerámica de aplicación arquitectónica, que supo recoger los motivos de los estilos del pasado y captar vorazmente toda la sensibilidad del arte nuevo, se constituyo en un claro ejemplo de fusión entre arte e industria preconizada a mediados del siglo XIX por el movimiento Arts & Crafts.
Los grandes arquitectos de la época (A. Gaudí, L. Domènech i Montaner, J. Puig i Cadafalch, A. Gallissà o Demetrio Ribes,…) utilizaron los azulejos en sus proyectos, dadas sus ventajas tanto estéticas como higiénicas, contribuyendo decisivamente a la difusión de este hábito decorativo de revestir la entrada de los edificios con arrimaderos. Con ello, el uso de los azulejos de popularizó e influyo enormemente en la demanda y la producción.
Los productos de las fábricas de Valencia, Manises, Castelló y Onda inundaron los mercados de arrimaderos con modelos eclécticos, historicistas, modernistas y del Art Decó durante décadas (dado que el fenómeno modernista se prolongó en nuestra zona hasta la Guerra Civil) en fuerte competencia con las grandes firmas europeas, al ofrecer una producción de alta calidad y modernidad gracias a los singulares diseños y a las mejoras técnicas.
De hecho, el azulejo además de responder a la corriente higienista se utiliza como elemento ornamental aplicado no sólo a los edificios, sino también al mobiliario urbano y a los muebles domésticos. Por ello la producción debía ser diversa y adaptada a los gustos diferentes de un amplio mercado. En los anuncios comerciales de las fábricas es reiterativa la alusión a que producían todos los estilos.
De este modo, el repertorio de estas fábricas, muy similar entre ellas y con una media de 600 modelos diferentes según nos refiere Sarthou Carreres (1913), es ante todo una convivencia de estilos que incluso se llegan a superponer, sobretodo en los arrimaderos cerámicos. Si bien se produjeron mayoritariamente diseños modernistas, también se desarrollaron profusamente modelos historicistas y eclécticos. La azulejería modernista reconocida por el uso de la línea curva y la sintetización tuvo sus matices, como la variante más geométrica de los modelos secesionistas. Algo posteriores, y con menor representación, se produjeron modelos ligados al Art Déco, así como al Cubismo, con clara tendencia hacia la abstracción geométrica de las décadas siguientes.
La composición de un arrimadero básico corresponde a un fondo (motivo principal con diseño individual, de cuarto ornato o complejo) delimitado por cenefa superior, división (cintas) y un zócalo inferior (liso o moldurado). Los arrimaderos más complejos pueden presentar una doble cenefa (tanto inferior como superior, con sus divisiones), piezas especiales de molduras, cubrecantos, escocias,…